A diferencia de sus aliados Donald Trump y Jair Bolsonaro, Javier Milei enfrentará varios obstáculos en la gobernabilidad
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BRASILIA.- Un libertario sin experiencia administrativa y de un partido pequeño ganó las elecciones en Argentina en uno de los mayores acontecimientos políticos en la historia de este país conocido por sus secuencias de crisis económicas y decadencia crónica. Javier Milei, visto por muchos como un lunático extremista y por otros como una solución a décadas de fracasos, ocupará el sillón de Rivadavia, como se conoce a la Presidencia de Argentina, en menos de un mes. Intentará implementar sus políticas para transformar el país.
El gobierno de Lula tendrá que lidiar con un líder que lo critica abiertamente. Las relaciones entre los dos países corren un enorme riesgo de deteriorarse. Para Joe Biden, Argentina tiene poca relevancia, pero la comparación de Milei con Donald Trump será inevitable a un año de las elecciones presidenciales estadounidenses. Muchos comparan la victoria de Milei con la del republicano en 2016, y con la de Jair Bolsonaro, en Brasil, dos años después. Al igual que los dos, Milei sorprendió al establishment y a los partidos tradicionales. También logró una enorme conectividad con sus seguidores en un populismo de derecha.
- Segunda-feira
- 20/novembro.
- 10h20.
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Al mismo tiempo, existen grandes diferencias en el contexto de las elecciones para cada uno de los tres.
Trump era una figura famosa, con un historial de ser un hombre de negocios rico (aunque un estafador) y exitoso en la televisión. Nunca había ocupado un cargo político. Bolsonaro siempre ha sido un congresista de la zona baja del país y sirvió en el Ejército. Milei ganó fama por sus actuaciones en programas de televisión como un economista mediocre, pero buen comunicador.
Sin embargo, éstas no son las mayores diferencias. Milei, a diferencia de los expresidentes de Brasil y Estados Unidos, no tendrá mayoría para gobernar. Trump comenzó su mandato con mayoría en la Cámara y el Senado. Bolsonaro consiguió el apoyo del Centrão, además de tener una base fuerte entre los evangélicos, los militares y la agroindustria. El argentino está en desventaja en todos estos temas que facilitaron las administraciones, aunque fallidas, de líderes de extrema derecha en Brasilia y Washington.
La coalición de Milei será minoritaria e, incluso con el apoyo de parte de la derecha tradicional, no tendrá mayoría en el Congreso. En el sistema argentino, como en el brasileño, es prácticamente imposible gobernar sin una mayoría en el Legislativo. A esto se suma el agravante de que el peronismo es una de las asociaciones más hábiles del planeta para sabotear a sus rivales: sólo Mauricio Macri terminó su mandato en alrededor de un siglo sin ser peronista y aun así terminó derrotado cuando buscó la reelección.
Trump y Bolsonaro sucedieron gobiernos que no dejaron legados catastróficos. Durante sus ocho años en el poder, Barack Obama logró reducir la tasa de desempleo y mejorar la economía tras la crisis del final de la administración de George W. Bush. Michel Temer también logró que la economía de Brasil recuperara relativamente su rumbo antes de que Bolsonaro asumiera el poder.
Por el contrario, Milei heredará una economía con inflación descontrolada. Planea dolarizar el país, pero debe enfrentar enormes dificultades, porque no tiene apoyo político y porque Argentina ya intentó y fracasó con un tipo de dolarización (tipo de cambio fijo) con Carlos Menem en los años 1990. Y, lo que es más importante, porque Argentina no tiene dólares para dolarizar.
Milei tampoco tendrá el apoyo disciplinado de los evangélicos del que disfrutaron tanto Bolsonaro como Trump. La población evangélica argentina es mucho menor en comparación con la de Brasil y Estados Unidos. Para colmo, el futuro presidente maldijo al popular Papa Francisco, que es argentino. Los militares, debilitados desde la dictadura y el fiasco de la Guerra de las Malvinas, tampoco pueden ayudarle. A Milei le resultará mucho más difícil implementar su agenda que a Bolsonaro y Trump.
Por Guga Chacra