Argentina, favorita en el Maracaná: los campeones del mundo destraban un nuevo nivel
RÍO DE JANEIRO.- Por una vez, el clásico de selecciones mais grande do mundo no domina las conversaciones en las playas y las calles de una ciudad futbolera como pocas. Aunque sea domingo y falte...
RÍO DE JANEIRO.- Por una vez, el clásico de selecciones mais grande do mundo no domina las conversaciones en las playas y las calles de una ciudad futbolera como pocas. Aunque sea domingo y falten apenas dos días para que estos dos tanques del fútbol mundial vuelvan a citarse cara a cara en ese templo laico llamado Maracaná. No. El tema es el calor. “Muito, muito quente. ¡Intolerável!”, acentúa lo obvio Rosa, una señora de 60 años que se guarece como puede con un sombrero de paja y una botella de agua en la mano, mientras agradece –sentada a la mesa de un bar- que los 60 grados de sensación térmica del sábado dejaron de ser tales porque llegó la tregua de la tormenta que prometían en la tele: el cielo plomizo prometía otro aguacero para el final del día, y ya los 27 grados de la tarde resultan un regalo. Mala época y lugar para los negacionistas del cambio climático: Río arde como nunca en su historia, explican los meteorólogos, y la ola de calor puede reactivarse el martes. Se trata, a fin de cuentas, de un invitado indeseable que agrega drama en la cuenta regresiva hacia el choque de trenes que se activará ese día a las 21.30: cuando juegan Brasil y Argentina, no hay espacio para la indiferencia. Aunque, aquí y ahora, el clima quiera disimularlo.
Los datos estadísticos se amontonan, así que conviene ponderarlos. Brasil nunca perdió como local por Eliminatorias: registra 51 triunfos y 13 empates. En la competencia, Argentina cayó tres veces y apenas rescató una igualdad en este país. Y en el frondoso historial general, que puso su piedra fundacional el 20 de septiembre de 1914 en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, cuando Argentina venció por 3-0, Brasil lleva un triunfo de ventaja -42 a 41, con 26 empates- y un gol más -155 a 154-. Observado desde otro lado: la selección campeona del mundo llegará aquí con la posibilidad de barrer con todo: ganarle por primera vez de visitante y romperle a Brasil el invicto de local en la clasificación mundialista, igualar la estadística histórica y hasta superarlo en goles, si venciera por una diferencia de dos tantos.
Aunque nada de eso empardaría el efecto emocional que tendría que Messi y su banda salieran vencedores del Maracaná: el golpe hundiría al Scratch en una crisis difícil de dimensionar. Incluso mayor que la que la selección le ocasionó cuando le ganó la final de la Copa América en 2021 en este mismo escenario, la primera vez que Brasil perdió de local en el torneo de selecciones más antiguo del mundo. Y eso que aquel se trataba de un partido por el título, a diferencia de este, cuando ambos juegan con la certeza de que es imposible que no terminen atrapando el boleto al Mundial 2026: se clasifican seis de manera directa y un séptimo irá al repechaje, sobre diez participantes…
Arriba ArgentinaEl partido mental arranca con Argentina arriba. Y los argumentos futbolísticos también inclinan la balanza a favor del visitante en el debate de las especulaciones. Ni siquiera la derrota en la Bombonera ante Uruguay alcanza para dar vuelta el enfoque. Porque, superado el impacto de la primera caída en calidad de campeón del mundo, Lionel Scaloni empezó a trabajar sobre lo conocido: refrescar los conceptos básicos de un equipo que se sabe confiable y “líquido”, como lo definió unos días atrás Nicolás Tagliafico en una entrevista con este diario. En limpio: el DT no tiene que inventar nada. Pisa sobre la certeza de sus jugadores ya mostraron su capacidad de recuperación en una instancia mucho peor, como fue perder en el debut mundialista en Qatar, y que pueden adaptarse sin problemas a mapas de partidos distintos. El de este martes, por caso, tendrá un guion diferente: si Argentina dominó la posesión (63%) ante Uruguay, ahora deberá compartirla, como mínimo. Nada que no haya pasado antes: la final de 2021, que marcó el corte de 28 años sin ganar títulos, oficia como antecedente perfecto: Brasil atacaba, Argentina esperaba y salía de contraataque, una imagen que el gol de Di María graficó perfecto.
“Argentina llega mejor, es favorita”, postula Jorge Burruchaga, protagonista del único clásico jugado en mundiales en instancia eliminatoria (el triunfo por 1-0 en octavos de final en Italia ‘90). “Brasil viene mal, pero va a tratar de jugar. La ventaja que tiene Argentina es que siempre juegan los mismos, es un claro punto a favor”, compara, ante la consulta de LA NACION. Y abunda: “No creo que Scaloni cambie: el mediocampo es el fuerte del equipo, por los tres titulares habituales y el recambio que tiene. El caudal de volantes es muy bueno, ahí está la gran diferencia”, establece uno de los campeones del mundo en 1986.
Que los analistas locales también vean favorita a la Argentina se asienta en parte en las virtudes reconocibles que ostenta el campeón, pero también en las debilidades que arrastra Brasil. Un empate de local (1-1 ante Venezuela) y dos derrotas (0-2 con Uruguay en Montevideo y 1-2 con Colombia en Barranquilla) son solo datos: peor que eso es la falta de un funcionamiento confiable. El jueves, la verdeamarelha tocó fondo: la “anarquía organizada” que pregona el entrenador Diniz y defiende el célebre Tostao –integrante del campeón del mundo de 1970 y uno de los más agudos pensadores del fútbol aquí- fue avasallada por Luis Díaz y su troupe. Colombia registró 23 remates contra el arco de Alisson, consecuencia del desgobierno de un medio campo visitante que pesaba menos que una pluma. “Un horror” y “una vergüenza”, llegó a decir Galvao Bueno, el histórico narrador de TV Globo. Esas palabras no son gratis.
Diniz casi no tuvo tiempo de celebrar su obra magna: ganarle la final de la Libertadores a Boca dos semanas atrás con su Fluminense. Es que su función de técnico a dos bandas lo introdujo enseguida en la necesidad de planear esta doble jornada, que empezó pésimamente. ¿Qué se le critica? Que pretenda trasladar a la selección un juego de posesión de pelota desde el arquero sin aceptar matices, una mecánica que le llevó dos años aceitar en Flu antes de consagrarse. “Aquí son dos entrenamientos y hay que jugar. ¡No se puede hacer lo mismo!”, fustiga Galvao Bueno. “El problema”, discrepa Tostao en su columna en Folha do San Pablo, “es la falta de futbolistas de primer mundial en los laterales, en la posición de centroatacante y para jugar al lado de Casemiro. Brasil no los tiene”. Tampoco a Casemiro en esta oportunidad, lesionado igual que Neymar y ahora que Vinicius. “Aquí los ismos no son tan habituales como les pasa a ustedes, pero con él hay una especie de ‘Dinizismo’”, introduce Luiz Felipe Castro, que cubre al Scratch en la prestigiosa revista Placar. “Los hinchas lo aman o lo odian… En estos días, son pocos los que lo defienden: lo definen como un romántico o un filósofo, peyorativamente”, aporta.
¿Ganarle a Brasil en el Maracaná? Esta selección ya conoce qué sabor tiene esa gesta. ¿Entrar al Maracaná como favorito para jugarle a Brasil? Faltan horas para que ese nuevo nivel también se destrabe. Los campeones del mundo huelen sangre en la Cidade Maravilhosa.