Las fotos de Julio Cortázar en su última visita a Buenos Aires, en diciembre de 1983
Cuando Julio Cortázar (1914-1984) viajó a la ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 1983, sabía que esa sería la última vez. Dos meses después, murió en París, a los 69 años. ...
Cuando Julio Cortázar (1914-1984) viajó a la ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 1983, sabía que esa sería la última vez. Dos meses después, murió en París, a los 69 años. Durante esa visita, fue entrevistado, entre otros, por el escritor Martín Caparrós.
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“Debía ser primero de diciembre, o quizá dos: 1983 -escribió Caparrós años después-. Faltaba una semana para que se acabara en los papeles una dictadura que ya no era nada. Era raro: la euforia extrema, cierto miedito todavía”. La entrevista se publicó el 8 de diciembre con fotos de Dani Yako que son también los últimos retratos, hechos con una cámara Nikon Fm2 con lente de 24 mm y que se volvieron muy populares, del autor de Rayuela en la ciudad que a la había regresado en novelas y cuentos desde el exilio.
Para el fotógrafo, las fotos se hicieron el sábado 3 de diciembre de 1983. “Según reconstruimos con Caparrós hace poco, en Madrid, esto fue un sábado; el día anterior me había llamado para preguntarme si podía hacerle fotos a Cortázar, para una entrevista -recuerda Yako-. Él había logrado contactarlo a través del librero y poeta Héctor Yánover; Cortázar quería hablar con alguien amigo y Héctor le recomendó a Martín, que en ese entonces salía con su hija Débora. Fuimos a un apart hotel en San Martín y Córdoba, que creo que todavía existe. La entrevista fue larga: hablaron mucho de literatura, de política y del país”. Tanto él como Caparrós coinciden en que aquel fue un día muy caluroso.
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Después de hacer las fotos en la calle (propuesta que al inicio no convencía tanto al escritor), Cortázar les contó que había viajado a despedirse de su madre. “Salimos de la entrevista con esa idea, pero el tema es que él estaba muy enfermo y sabía que le quedaba poco de vida. Murió el 12 de febrero de 1984, apenas dos meses después. Con Martín tratamos de reconstruir por qué no nos habíamos dado cuenta de que estaba enfermo. Él seguía fumando y luego en las fotos, posteriormente, vimos que tenía las manos muy flacas, pero en ese momento no nos dimos cuenta”.
Ese año, Yako había seguido (profesionalmente) toda la campaña del candidato presidencial de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín. “Mi labor era seguir la actividad de Alfonsín, que había ganado el 30 de octubre, primero en Don Torcuato, y luego cuando se mudaron al hotel Panamericano. Todos los días andaba por ahí a ver si se producía alguna foto; el día de la entrevista con Cortázar también fui al hotel pero no puedo recordar qué foto tomé del presidente electo”. Alfonsín, por consejo de sus asesores, no recibió a Cortázar, que quería conocerlo.
Las fotos de Cortázar hechas por Yako se hicieron casi tan conocidas como el famoso retrato de Sara Facio. “No creo que las mías sean muy maravillosas en lo técnico, ni que tengan una luz especial -dice-. Simplemente, creo que es porque hay pocas fotos de él en Buenos Aires y esas fueron las últimas que se hicieron de modo profesional. Él mismo decía que se había ido del país como un emigrante cultural y económico, a trabajar en el exterior, y que con el tiempo se había convertido en un exiliado. Quizás la imagen le gustó tanto a la gente porque era la de uno de nuestros intelectuales más populares que había vuelto al país, tomada en un lugar muy reconocible de Buenos Aires”.
Tuvo que insistirle mucho para que saliera a la calle. “Él no quería; hacía mucho calor y no tenía ganas -recuerda Yako-. Le dije que no servía de nada un retrato suyo en un interior y lo convencí para que diéramos una vuelta manzana. Fue muy raro porque no sé si él tenía idea de que la gente se acordaba tanto de él. Se acercaban a saludarlo y conversaban; una mujer se acercó con su bebé y le pidió que le diera un beso. Él estaba muy sorprendido, creía que tantos años de dictadura y de censura habían hecho que la gente se olvidara de él. Estaba muy conmovido y cuando volvimos nos dijo que había venido a despedirse de su madre”.
Las fotos están incluidas en el fotolibro 1983, de Yako, que desde hace diez años trabaja en un proyecto titulado “Exclusión”, donde registra la forma en que vive la gente en la calle. En las fotos no se ningún rostro.
Memorias de un encuentroLa escritora y profesora Josefina Delgado también se encontró con Cortázar en la primavera de 1983, en el barrio de La Boca. “El lugar ya no se ve igual -dice a LA NACION-. Siempre que paso por allí me acuerdo del día en que paseamos con Cortázar y un periodista de la revista Gente, Alberto Perrone”.
Cuando Cortázar volvió a la Argentina en diciembre de 1983, habían pasado diez años del primer encuentro entre ambos. “Y ese paseo a Caminito, en La Boca, fue sugerido por él, que añoraba esos lugares a los que raramente había vuelto. Hablamos mucho de todo, nos sentamos en un bar que ya no existe. Hablamos de la situación del país, de amigos comunes, de infidencias divertidas. Lamentablemente, no se logró la entrevista que él buscaba tener con el presidente Alfonsín, que asumiría en esos días. Hubo alguna intervención desdichada que lo impidió. No recuerdo si estaba especialmente molesto. Apenas dos meses después de su visita nos enteramos de su muerte, fue una noticia desoladora. Lo habíamos visto muy delgado, y el mismo aludió irónicamente a esa pérdida de peso. Pero nada más”.
Delgado, que narra su amistad con Cortázar en Memorias imperfectas, recuerda que en ese viaje, “en la Buenos Aires de la naciente democracia”, el homenaje de los escritores al autor de Bestiario en el Centro Cultural San Martín reunió a mas de setecientas personas.
“Pasaron los años y, en 2000, siendo la subdirectora de la Biblioteca Nacional, pude comprobar que su obra no figuraba en los catálogos -concluye-. No se podía creer. Hice comprar toda su obra y a esto se añadió la oferta del ‘Cuaderno de Bitácora’, primer manuscrito de Rayuela, que la doctora Ana María Barrenechea conservaba como un regalo de su amigo. Felizmente hoy se han recuperado muchas de sus cartas y libros de miscelánea”. La luz de la obra cortazariana sigue brillando.